“Ni siquiera el propio dolor es tan pesado como el dolor sentido con alguien,
por alguien, para alguien, multiplicado por la imaginación, prolongado en mil ecos”.
MILAN KUNDERA
Hoy en día, en occidente, los celos son un sentimiento vergonzoso y repudiado ya que los solemos asociar con el dolor, la inseguridad, la desconfianza y con el malestar en pareja. Y al mismo tiempo, son tomados como medida del amor, como una muestra de amor profundo y de pasión. Los asociemos o tomemos como se nos antoje, lo que está claro es que como reacción a una emoción que son, todas las personas sentimos celos, más o menos, mucho o poco. Y otra cosa será el manejo que hagamos de ellos, sus consecuencias o el sufrimiento que nos causen. Mi reflexión, en este caso, no va por los derroteros de la celotipia o de los celos patológicos, problemas que habrán de ser tratados en terapia. Lo que propongo es una reconsideración sobre lo que son los celos en sí y cómo son tratados.
Para ello habrá que empezar por su definición. Los celos son un sentimiento, una reacción ante el miedo a la pérdida del amor de la persona querida frente un tercero, real o imaginario. Es decir, son el resultado de una de las cuatro emociones básicas, el miedo, el miedo a perder lo que amamos.
Las emociones son procesos psicofisiológicos que forman un patrón característico. Respuestas producidas por el cerebro cuando un objeto o acontecimiento, real o rememorado, desencadena la correspondiente acción automática. Las respuestas provienen tanto de los mecanismos innatos del cerebro, como de los repertorios conductuales aprendidos a lo largo de nuestra vida.
Los sentimientos, en cambio, son la evaluación consciente que hacemos de la percepción de nuestro estado durante la respuesta emocional. El resultado de una emoción, a través del cual, la consciencia tiene acceso al propio estado anímico.
Por lo tanto, los celos son un sentimiento, que en mayor o menor medida, todos sentimos o sentiremos alguna vez en nuestra vida. El miedo a perder el vínculo con el ser amado es una respuesta innata de la que no podemos escapar. No son un defecto o algo que tengamos que desechar, son una respuesta a nuestros temores. No se puede pretender dejar de sentirlos y tampoco será lícito descalificar a quien los vive, como tampoco lo es hacerlo con el que teme perder su trabajo o su casa… Quien teme, quien está inseguro, quien es frágil y quien no sabe manejar su vínculo, siente angustia y si nos dedicamos a reprocharla, lo único que haremos es generar más malestar. No podemos pretender dejar de sentirlos, pero lo que sí podemos es, vivirlos del mejor modo posible, sin hacer mermas en la confianza existente en la relación para que el sufrimiento individual no sea motivo de conflicto en la pareja. Y esto será responsabilidad tanto del celoso como del “celosado”.
Los celos, no sólo no son un sentimiento vergonzoso, sino que tampoco miden mi amor, ni motivan su deseo. Como comúnmente se cree. Es un error pensar que si mi pareja siente celos es porque me quiere mucho o que si se los provoco se interesará más por mí. Esta falsa creencia se sustenta en el amor romántico cuyas características principales son las de un amor para toda la vida, exclusivo, incondicional, con pruebas de amor constantes y con un elevado grado de renuncia. Ideas que chocan frontalmente con la forma de vida actual. El miedo a la pérdida, en ninguno de los casos, será una muestra de amor y mucho menos el termómetro con el que medirlo. El miedo es una reacción emocional ante lo que la mente considera, en una circunstancia determinada, como un peligro y su función principal es la de ponernos en situación de alerta. Produciendo un estado de descontrol emocional producto de una inseguridad interna que afecta a nuestro comportamiento individual y social. Por lo tanto, mis celos o los del otro nunca podrán ser muestra de nuestro amor, lo único que revelarán y medirán serán mis inseguridades.
Celos: pensarlos, vivirlos y manejarlos como lo que son
Y ahora, sabiendo lo que son y lo que no son, lo que es lícito o ilícito pensar sobre ellos, lo que miden o revelan los celos…, desde aquí os invito a reconsiderar el tema y, si es posible, a partir de ahora pensarlos, vivirlos y manejarlos como lo que son: el miedo a la pérdida.
AUTORA: Ana Adán, psicóloga, sexóloga de Tuyo Psicólogos.