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¿Cuándo es necesaria la terapia de pareja?

¿Necesito terapia de pareja?

 “Hasta la más larga caminata empieza por un pequeño paso”                                                                                                                                               CONFUCIO

La vida en pareja implica la necesidad de encuentro, y en ocasiones, de los encuentros surgen las discrepancias  y los conflictos, si no los manejamos adecuadamente, si las soluciones se repiten infructuosamente, si nos generan  malestar emocional… nos encontramos ante un conflicto que implica la intervención de un terapeuta de pareja para resolver  esas situaciones, fortalecer y afianzar la relación, alcanzar una convivencia gratificante y satisfactoria que  permita a la pareja seguir con su viaje por el mejor camino posible.

La decisión de acudir a terapia de pareja no es fácil de tomar, ya que implica reconocer que en nuestra vida existe alguna situación que nos supera y, nosotros solos, no podemos aclarar. Necesitamos el apoyo de un profesional que nos ayude a entender qué está ocurriendo y a encontrar los recursos necesarios para resolver ese escenario de malestar y sufrimiento emocional.  Aún así, sabiendo que necesitamos ayuda, vamos posponiendo la decisión. En algunos casos, porque pensamos que dejando pasar el tiempo y las cosas pueden cambiar. En pareja dejando pasar el tiempo, a veces, lo único que conseguimos, en lugar de que las cosas cambien, es provocar un mayor nivel de insatisfacción, frustración y enfado porque el tiempo no todo lo cura. En otros, por vergüenza “porque una cosa es que yo sepa que no puedo solucionar lo que está pasando y otra muy distinta es que otros lo sepan”.  Mostrar a los demás que no somos perfectos y sentirnos incómodos por ello es totalmente legítimo y muy común, pero algo que puede ayudar a superarlo es saber que todo proceso terapéutico se desarrolla dentro de un marco profesional de absoluta confidencialidad, basado en el respeto y la confianza mutua. En otras ocasiones, no sabemos dónde acudir o, lo más frecuente, uno de los miembros de la pareja no desea acudir.  Es bastante difícil tener referencias probadas de la competencia de un terapeuta de pareja (a no ser por las personas que han seguido tratamiento). Los únicos criterios fiables son la formación y experiencia del psicólogo. El éxito de la terapia, en gran medida, va a depender de la habilitación profesional  y la valía humana del terapeuta. Aunque no todo son los títulos, los profesionales debemos facilitar nuestra titulación abiertamente cuando nos la exigen, si no es el caso, sería conveniente buscar otra opción.  También puede ser de ayuda obtener información a través de los Colegios Oficiales de Psicólogos.  Forzar a acudir a terapia a quien no quiere, no tiene ningún sentido y tampoco resultado.  Lo ideal es que ambos miembros de la pareja participen en el proceso terapéutico,  pero no es una condición indispensable. Entendemos la pareja como un sistema, por lo tanto, el cambio en uno producirá cambios en el otro y, por consiguiente, en la forma de interactuar.  Además, solemos posponer la decisión por un cierto escepticismo en cuanto a la efectividad de la psicoterapia. Si bien, la terapia de pareja no es la panacea para resolver todos las dificultades que se presentan en las relaciones, sí está comprobado que el 60% de las parejas que recurren a ella consiguen superar sus conflictos y salir de la crisis en la que se encuentran cuando acuden a consulta. Del 40% restante, aproximadamente un 25% acaba separándose, elaborando el doloroso proceso de la ruptura de la mejor forma posible y el otro 15% no presenta mejorías en su convivencia.  Está por tanto probada su eficacia, ya que en la actualidad es un recurso de utilidad para muchas parejas que tienen problemas en sus relaciones.

Todas las parejas discuten, se distancian, en algún u otro momento tienen problemas de comunicación, han de tomar decisiones difíciles, surgen dificultades para resolver sus conflictos, viven momentos de malestar e incluso han pesado en separarse.  Si bien, cada vez que sucede alguno de estos acontecimientos no debemos salir corriendo a terapia, pero cuando estos se prolongan y estas situaciones nos llevan una y otra vez a engancharnos en discusiones inútiles y destructivas, en reproches y críticas generando un círculo vicioso del que es muy complicado escapar, no es conveniente esperar para buscar ayuda profesional. Las señales de alerta  más comunes que marcan el deterioro en nuestras relaciones son:

  • Una marcada disminución de las muestras de afecto y del interés por el otro, distanciamiento, sentimientos de soledad y vacío y limitación de la convivencia a cuestiones administrativas del hogar.
  • No poder mostrarnos tal cual somos delante del otro, imposibilidad para manifestar nuestros miedos, defectos y limitaciones y sentir que no aceptamos al otro o no somos aceptados tal cual somos.
  • Una deficiente comunicación: las discusiones sin importancia suelen intensificarse hasta convertirse en fuertes peleas con acusaciones, críticas, insultos, o recordatorios de heridas pasadas. Otorgar a las palabras o acciones un contenido más negativo del que les da el que las dice o hace.
  • Las relaciones sexuales son excesivamente rutinarias y predecibles, el contacto físico en general ha disminuido considerablemente, no solo el coito, la pasión ha ido desapareciendo y no existe diferencia alguna entre una relación de hermanos o amigos y nuestra unión.
  • Se mantienen proyectos de vida sin elementos en común e incluso divergentes, dudas en dar el próximo paso de compromiso, discrepancias en el deseo de mantener la unión o pensar con frecuencia en separarse
  • Los estímulos gratificantes son muy bajos y existen altos intercambios desagradables. Son más las cosas que nos separan, que las que nos unen.
  • Uno o ambos miembros de la pareja, ha sentido con cierta intensidad y por un tiempo considerable, insatisfacción, malestar o sufrimiento.
  • No logramos lidiar con algunas situaciones puntuales, tales como: celos, infidelidad, desadaptación frente a los cambios de la vida, conflictos con las familias políticas y de origen, con los hijos, económicos, problemas sexuales y no podemos vivir “ni con, ni sin el otro”.

Es de la necesidad de encuentro que tenemos las parejas de la que surgirán las discrepancias y los conflictos, de cómo manejemos estos dependerá que el viaje de nuestra vida con la persona que amamos sea una aventura maravillosa para no olvidar y relatar o tenga que ser cancelado y olvidado antes de tiempo. Pero en ningún sitio está escrito, que en ese viaje, no podamos parar a pedir indicaciones o vivir mil y un incidentes que no hagan de él una experiencia extraordinaria.

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