Cuando un niño nace, sabemos que es necesario alimentarlo, que no pase frío y en resumen tenga sus necesidades fisiológicas bien cubiertas. Pero, ¿acaso con comer bien tendrá lo que precisa para crecer saludable?
Un niño tiene una serie de necesidades básicas, que describiremos a continuación:
Necesidad de apego/ compañía
Un bebé necesita una persona (madre, padre, abuela…) que le haga sentirse querido. Es esencial el contacto físico que se produce cuando una mamá acaricia a su bebé mientras le amamanta o cuando un papá da un beso de buenas noches a su hijo.
Esta persona ha de saber apaciguarle y proporcionarle gran seguridad con su presencia.
Es deseable que el progenitor transmita una admiración incondicional por su hijo. Que le sonría y le transmita alegría por lo que es. El ser humano aprende a admirarse cuando es admirado por otros.
También es importante para la formación de la identidad que la persona se sienta única en el mundo. Que no sea un hermano más en la familia sino que tenga su momento y espacio con sus padres.
Es necesario además que el niño se sienta valorado, reforzado y premiado pues motivará y estimulará un mejor desarrollo y crecimiento.
Necesidad de contención
El sentir la pertenencia a una familia es vital, aunque sea de dos personas, pues proporciona un grupo de referencia. Igual de fundamental es sentir que se tiene un lugar físico, un espacio íntimo donde sentirse seguro. Un hogar.
Nacemos desvalidos, por tanto también es primordial sentir que nuestros padres nos protegen.
Necesidad de delimitación
En la vida pasamos varios momentos de frustración y por ello es conveniente que desde pequeños estemos acostumbrados a ella. Asimismo es crucial saber respetar los límites de los demás. Por todo ello los padres han de saber poner normas. Estas normas deben de ser impuestas desde una autoridad cariñosa. Una autoridad que desde el respeto y el cariño enseñe al niño y no le haga temer que va a dejar de ser querido si hace las cosas mal. Para que los niños tomen en serio a la autoridad los padres han de ser consecuentes con aquello que predican.
Por último es imprescindible que se respire en el hogar la sensación de tener una segunda oportunidad. Aprender consiste en equivocarse, cuando no hay perdón, ni permiso para equivocarse no hay admiración incondicional, ni autoridad con cariño, ni familia, ni lugar de convivencia. Si se crece en este ambiente el niño crecerá con gran ansiedad pues en cada momento se juega la vida y el ser.
Muchos de los niños que acuden a terapia infantil no han visto satisfechas estas necesidades. Desde Tu Yo Psicólogos animamos a l@s jóvenes madres/padres a reflexionar sobre lo expuesto en este artículo para que puedan dar lo mejor a sus hijos.
Mónica Jiménez López de Castro
Psicóloga Infanto-Juvenil